domingo, 25 de septiembre de 2011

Código desconocido

Director: Michael Haneke
Intérpretes: Juliette Binoche, Thierry Neuvic, Josef Bierbichler y Alexandre Hamidi
Código desconocido: Historias inconclusas de diversos viajes”, es una exploración de la comunicación, de cómo la gente interactúa con su propia familia, con sus amigos, padres, hijos, colegas, amantes y consejeros, a través de los simples eventos del ciclo de la vida. Trata el tema de la inmigración, el exilio y la incomunicabilidad, a través de personajes cuyas historias se entrecruzan accidentalmente en Paris. Anne, una joven actriz que vive para su trabajo. Georges, fotógrafo de guerra, ha dejado a su esposa y a su hijo. Su padre es granjero y su hermano menor huye del campo. Amadou, originario de Senegal, es educador musical en un instituto para sordomudos. Maria viene de Rumania y envía a su familia el dinero que gana mendigando.
Guión:
Michael Haneke
Producción:
Les Films Alain Sarde, MK2
Distribución:
MK2
Fotografía/imagen:
Jürgen Jurges
Sonido:
Guillaume Sciama
Montaje:
Nadine Muse
Festivales
Festival internacional de Cine de Cannes - 2005
   Premio a Mejor Dirección, Premio Fipresci y Premio del Jurado Ecumenico para Michael Haneke.
Lumières de la prensa extranjera - 2006
   Premio al Mejor Guión para Michael Haneke.
Estrellas de Oro de la prensa del Cine Francés - 2006
   Estrella de Oro al Mejor Guión para Michael Haneke.
Premios Europeos de Cine - 2005 
   Premio a Mejor Actor para Daniel Auteuil, Mejor director para Michael Haneke, Mejor Editor para Michael Hudecek y Nadine Muse, y Mejor Película para Michael Haneke. 
(Tomado del programa del X Festival de Cine Francés en Colombia)

 
En las ásperas tierras de don Francisco Diochoa y de Velandia, campos de aserrío, cafetales y cañas paneleras, las mulas son la mano derecha de los hombres. Sin ellas es imposible mover los productos del trabajo. Igual que en la colonización antioqueña o en la construcción del ferrocarril en Norteamérica, las mulas y sus arrieros son los sujetos fundacionales de la historia. La altivez de unos y otras ha sido reconocida en la figura de Juan Valdez, emblema de la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia. Pero las mulas son hijas del diablo. Cuando amanecen altivas, no hay poder humano. La peor humillación para el arriero es que en la madrugada,  la mula no se deje amarrar para llevarla al trabajo: ella lo espera de frente, con sus grandes orejas atentas a las voces, las fosas nasales direccionadas y temblorosas, y los cascos bien apoyados sobre el prado todavía húmedo. Pero a unos 10 metros de distancia, la mula se voltea y huye a la carrera, con ese galopito corto y su cabeza escondida entre las patas; levanta la grupa y tira desde lejos una coz desafiante, para detenerse a otros 50 metros, con el hocico hacia el cielo. Es el principio de conducta de una mula arisca: no hay como achicarla y someterla a la voluntad. Lo que me interesa de este cuento es la condición arisca.

Así, casi arriero y humillado, incapaz frente al “Código desconocido”, iba sintiéndome a los 9 minutos de la proyección, luego de los dos primeros y larguísimos planos-secuencia que terminaron abruptamente en cortes a fotogramas en negro con 1 o 2 segundos de duración. Me pensé como espectador frente a una película arisca, pateadora y voluntariosa. Pero no me quedé solo. Para apoyarme, fueron llegando relaciones, conceptos, preguntas, prevenciones y otros filmes. Entre todos trataremos de acorralar este indómito ser.

Cuando menos, se necesitaron 30 años de arduo trabajo y competencia entre cineastas para establecer-inventar los principios y códigos narrativos del cine: el emplazamiento de las cámaras frente a sus objetos, los planos, los cortes, los pegados, los fundidos, las secuencias, los efectos fotográficos, etc. Dura fue esa batalla contra el teatro. A partir de allí, todo es mejoramiento técnico: desde el sonido hasta los efectos digitales. Todo el asombro frente a lo imposible: figuras de personajes que no son realidades, pero son. Todo el arte narrativo de la cinematografía fue inventado, pero siempre hay quien se arriesga.

En 1974, don Luis Buñuel se arriesgó al “Fantasma de la libertad” de contar una historia sin unidad: la cámara elige uno u otro personaje, en contradicción con la lógica narrativa que ya tiene encadenada la imaginación del espectador; 10 ficciones con el humor de Buñuel, ordenadas según los viajes, los hoteles, los extravíos, las búsquedas policiales y su interpretación de la revolución, hasta terminar en el aullido solidario con el espectador convencional que grita “vivan las cadenas”. En el 2000, Aleksandr Sokúrov le colgó a su camarógrafo Tilman Büttner, durante 90 minutos seguidos, una Sony HDW-F900, para grabar en alta definición “El arca rusa”, una película de una sola toma, entre un enmarañado de cables por los tres pisos del Museo del Hermitage, en San Petersburgo, dos orquestas, salas de audiencias, pasillos, escaleras, patios y traspatios, cientos de actores; una reconstrucción de 9 y casi 10 eventos de la historia rusa, un inalterable plan de rodaje para acomodarse a un período sin visitas al Museo, y el atlético entrenamiento para que Büttner aguantara la tensión del rodaje y el peso de la cámara sin descanso. Pero de estos ensayos narrativos, poco trasciende a la industria cinematográfica. Nos acomodamos en el sillón de la sala y ejercemos de lectores convencionales. No es como en literatura, donde después de “Ulises” de Joyce,  cientos de autores han logrado excelentes trabajos narrativos enfatizados por el ritmo de los cortes en el tiempo, la acción y la claridad de los protagonistas. La industria no quiere costosos ensayos que pongan en peligro sus jugosos dividendos.

Eso es lo que pareciera trastocar esta película que ya tiene 10 años. Se trata de una construcción con girones de historias, con cámaras de diversas tecnologías y calidades, con redundancias del plano narrativo en el discurso filosófico del nihilismo, el existencialismo y el escepticismo social. Con largos planos-secuencias que son narraciones que caen abruptamente dentro de otras narraciones, secuencias sin sonido que se pretenden ocurridas en una realidad de sordos y mudos. Todo el conflicto del espectador en pugna por entrar en la áspera vida de la gran ciudad, poblada de desconocidos usuarios de historias y códigos diversos, valores sin coordinación; donde cualquier respuesta puede ser sujeto de sospecha y castigo policial. Pugna por entrar para huir lo más rápidamente posible al universo del orden y el trabajo productivo. Ciudad atrapante y excluyente. Ciudad que confunde, pierde, aísla y sume en el llanto de las víctimas que no entienden la agresión. Ciudad desconcertante.

Esta es una película arisca, que no se deja llevar a ningún lado. Ahí quedan como bofetadas los cortes inesperados que no tienen desembocadura. Las coces de animal indomeñable por el lenguaje cinematográfico. Uno no sabe qué es mejor, si permanecer en el desconcierto de esta ciudad erizada e indómita, o devolverse a la condición de arriero a las bravas tierras de don Francisco Diochoa y de Velandia.

Bogotá, septiembre 22 de 2011

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