(Entre el 16 de septiembre y el 2 de octubre de 2011, en 7 salas de Bogotá, con el patrocinio de la Embajada de Francia en Colombia, se está celebrando el X Festival de Cine Francés. El Festival está programado también para Medellín, Cali, Pereira, Barranquilla y Manizales.)
Es claro que cuando el filósofo alemán Inmanuel Kant
escribió su “Prolegómenos a toda metafísica del futuro que aspire a ser
ciencia”, hizo dos cosas. Primero, escribió un abordaje a su más importante
obra filosófica, “Crítica de razón pura teórica”; segundo, escribió una obra
filosófica menos detallada pero igualmente profunda del título ya referido. Así
las cosas, se impone una pregunta: ¿Para qué unos prolegómenos? Como cronista,
debo guardar las enormes y debidas proporciones con el autor, la obra y el
contenido que acabo de citar; sólo me interesa el término inicial del título,
pero la pregunta permanece. Y de eso trata esta primera crónica sobre el X
Festival. ¿Por qué no irse al cine y conversar al final de cada filme, en vez
de comprometer al lector con un tema seguramente pretencioso y poco atractivo?
Se trata de la memoria. Sólo ella da relieve y deja ver la
importancia del evento. Ella permite comprender que el Festival no es valioso
sólo para cinéfilos. Tras de sí anima una estructura cultural, una “cabeza
política” como decían Hegel y Marx hace 200 años; una narrativa con raíces en
la novela de Balzac y de Stendhal; una filosofía desafiante a toda forma del
Establecimiento; una historia de movimientos juveniles confusos, evasivos y tan
radicales como la reivindicación del “Derecho a la pereza” de Paul Lafargue.
Pero se trata del cine. Si algo habrá que rebujar en la
memoria, será en la memoria del cine y del cinematógrafo. Ese es el punto: los
Lumiérè inventaron ese aparato que ellos valoraban sólo como un artilugio
técnico, pero que el público de París puso de moda escandalosa a finales de
1898 y comienzo de 1899. Así se lo expusieron al mago que pretendía comprarles
un ejemplar con destino a su propio espectáculo. El argumento oral debió ser
más o menos así: “Hasta hoy todo ha sido escándalo y admiración, porque el
público no sabe de qué se trata. Pero cuando entienda que sólo son fotografías
cuya velocidad de exposición no puede ser discriminada por el ojo y que la
existencia de personas y situaciones es una ilusión óptica, el asunto pasará de
moda. No podemos engañarlo a Ud. señor Méliès: no vamos a estafarlo con la
venta de un aparato que no tiene futuro”.
Estaban equivocados: el aparato construyó futuro. El aparato
dio origen a un nuevo arte: narrar con la luz y la apariencia de movimiento
creada por ella. Después fue la palabra oral y la sonoridad. Pero, el
constituyente es movimiento, imagen. Si el cine puede ser comentado como
historia contada, es porque el espectador es palabra y a ella trata de
reducirlo. Lo peculiar es la imagen, la secuencia, la ruptura, el retorno, el
plano, el encuadre. El gesto seleccionado por la lente, su desarrollo y la
relación con el entorno de imágenes construido en la moviola. En el supuesto de
la palabra está la novedad de los acontecimientos: el cinematógrafo sirvió
primero de noticiero y se constituyó en industria. Toda esa memoria está
escrita primero en francés y rápidamente se expandió a otras lenguas y
culturas.
Se expandió para re-construir universos diferentes con
expresiones disímiles. Mientras Méliès, quien tuvo que comprar un aparato de
contrabando luego de la negativa de los Lumiérè, recontaba cuentos de hadas,
hacía espectáculos engañosos en los que agrandaba y separaba cabezas de los
cuerpos vivientes, inventaba viajes a la luna y coloreaba pacientemente y uno a uno los fotogramas de sus filmes; Edwin Porter en Estados Unidos se
inventaba historias de bandidos perseguidos y capturados por policías, con un
revólver en pleno disparo como hito narrativo; el ingeniero Sergei Einsestein,
apoyado por los bolcheviques en el poder, se inventaba un lenguaje para
homenajear la épica de la Revolución de Octubre. Pasarían décadas de creación
entre el melodrama de Chaplin, el cine denuncia de Orson Wells, la cinematografía
metafísica de Ingmar Bergman, la paciencia narrativa de Kurosawa y el color
espléndido de Takeshi Kitano.
Así es como estamos esperando esta X versión del Festival de
Cine Francés. No simplemente como una secuencia de películas. No una colección
de títulos y de historias. Bien el homenaje a Juliette Binoche la connotada
actriz; pero más allá, la razón de su gesto, el compromiso con una dimensión
estética, con una condición humana. En los filmes seleccionados, habrá que
identificar la finura de la cámara, la delicadeza de la imagen, la sensibilidad
de la historia, la relación de la humanidad con el mundo y con su naturaleza
propia.
Bogotá, 13 de septiembre de 2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario
La naturaleza de un blog es servir de plataforma para la circulación de visiones. Espero la suya y tenga seguro que si no es spam comercial, le daré vía libre para que aparezca aquí. Muchas gracias.