País: Francia
2010 103 min.
Guión y dirección: François Ozon, según la obra de Pierre Barillet y
Jean-Pierre Grédy
Fotografía: Yorick LeSaux
Música: Philippe Rombi
Intérpretes: Catherine Deneuve, Gérard
Depardieu, Fabrice Lucchini, Karin Viard, Judith Godréche, Jérémie Renier,
Sergi López
Estreno: 25 marzo 2011
Fuente: http://pantallasonora.blogspot.com/2011/03/potiche-pelicula-florero.html
¡Ja, Qué risa! ¡Los críticos más agudos, como los más
obtusos y los de ángulos rectos! No encontré uno solo que no repitiese el mismo
cuento de “la mujer florero”. Eso está registrado en los diálogos y es el
sentido del título de la película: Potiche. O sea que es cierto. Y nadie
arriesga un pelo. Importa mucho constatar que desde Robert Beams en septiembre
de 2010, a raíz de su repaso al Festival de Venecia, los reseñadores y críticos
han venido repitiendo que se trata de una sátira kitsch, pero ninguno
desarrolla razones. Es como no decir nada, porque kitsch puede ser cualquier
cosa. Supongamos que Kundera hubiese
pasado silencioso sobre ese término referido en La insoportable levedad del ser, desde entonces lo hubiésemos
ubicado como autor de panfletos anticomunistas. Fue con su alusión a la
estética kitsch como «negación absoluta de la mierda; en sentido literal yfigurado: el kitsch elimina de su punto de vista todo lo que en la existenciahumana es esencialmente inaceptable» que su narrativa cobró la dimensión
crítico-política. Donde Beams y sus repetidores enuncian palabras sin
contenidos, Kundera ve un sentido. Es en esta desazón risible donde emerge mi
inquietud: ¿se puede practicar un corte longitudinal que permita visionar la
dimensión estética de esta película? Voy a intentarlo, a riesgo de consumirme
en tediosos listados y enumeraciones.
La fábula de Suzanne Pujol se sitúa en la década de los
setenta. Ella camina, trota por los senderos del parque, escribe versos
testimoniales sobre los animalitos del bosque, mantiene el orden de su casa,
dirige la fábrica, se enfrenta a los huelguistas, revoluciona la producción y
no sé cuántas cosas más, igual que el ridículo Clark Kent: sin despeinarse. Ignora las evidentes infidelidades de su marido,
mantiene el calor de la relación filial con sus dos hijos, se sobrepone a las
alianzas que la excluyen de la dirección de la empresa de su padre, sostiene
relaciones secretas e intrascendentes con ocasionales amantes, pasa
orgullosa por encima de la pregunta
sobre quién es el padre de sus hijos o con quién más ha tenido hijos su esposo,
gana las elecciones legislativas; todo, sin el menor desorden. Conociendo lo
que es, se alía con la amante de su propio marido, restablece la confianza
entre los accionistas de la empresa, canta en coros políticos y restablece la
alianza entre el poder legislativo y el ejecutivo para la buena marcha de los
asuntos de la ciudad. Este panorama dramatúrgico tiene como contexto la
ordenada casa burguesa con ornamentos mate y voluptuosos cortinajes, las secas
instalaciones de la empresa, los sobrios interiores y los parques capturados
por una cámara que no arriesga un ángulo diferente a la vista conforme del
espectador y, si los filtros existen son para mantener el sosiego del ojo que
mira desde la platea.
Como se puede apreciar, toda fuerza dramática o trágica se
mantiene bajo control. Nada se desordena. Potiche, el jarrón, el florero de la
vida, el orden de esa mujer, se mantiene porque el aire no es huracán de
pasiones, no es ni viento siquiera. El tránsito del hogar a la fábrica y de
esta a la campaña política no va jalonado por los briosos corceles que
arrastraron a Parménides hasta las puertas del día y de la noche. Esto está
descartado. Hasta el desenredo final del señor Robert Pujol, consecuente con su
propia manipulación es reportado como el varón domado de Ester Vilar: abuelo
sentado frente a la tele, sosteniendo su nieto en las rodillas y acariciando el
vientre de su hija; viejo ya, sin amantes ni sorpresas, en espera paciente del
final de sus días.
Nada es feo en la vida; nada causa dolor; nada de angustia.
En términos de Kundera, toda la mierda ha sido eliminada. No puedo frenar aquí
porque el referente estético de La
insoportable levedad me impide; tengo la necesidad de decir que estas mujeres
al poder son la tardía negación del dolor y la tragedia del socialismo deAllende por la próspera administración de Bachelet. Transformación del socialismo militante y revolucionario, en socialismo kitsch. No es que quiera
decirlo; es que la revolución de Suzanne Pujol me pone esa evidencia en los significantes.
Es que la preciosidad ridícula de esta Mujeres
al Poder convoca el humor político, el humor histórico, cuyo silenciamiento
sería causal de traición a la convicción de que el cine apunta a la más
profunda raíz de la vida.
¡Ja, Qué risa de mí mismo! ¡Los críticos más agudos, como
los más obtusos y los de ángulos rectos; todos tienen razón! Los comentarios
que conozco de reseñadores y de críticos, a partir de Beams que es el primero,
todos tienen razón: Mujeres al poder (masculino)
trata de una sátira kitsch. Tal vez no dije nada nuevo.
Bogotá, septiembre 29 de 2011.
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